Los mejores cómics del mundo: La Casta de los Metabarones

Considerado un sabio por unos y un charlatán por otros, hay al menos una cosa incuestionable sobre Alejandro Jodorowsky: hizo el guion de uno de los mejores cómics de la historia.

La Casta de los Metabarones
La Casta de los Metabarones.

La Casta de los Metabarones se impone a la vista en cada una de sus viñetas, con el poderío épico de una historia que se hace carne, hueso y alma en ilustraciones dignas de enmarcarse y colgarse en muros de museos y salas de arte.

Porque antes de siquiera empezar a leer, solo hojeando cualquiera de los capítulos de la experiencia visual que logran los lápices de Juan Giménez, ya se nota una propuesta profunda.

Y profunda en todos los sentidos, desde el desarrollo de la historia y los personajes, hasta los momentos reflexivos y dramáticos que marcan los puntos de inflexión con los que seduce la trama.

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La automutilación, esencial en La Casta de los Metabarones.

La serie original fue publicada entre 1992 y 2003, en ocho capítulos que relatan la vida de cinco generaciones de una casta de guerreros capaces de acabar con ejércitos completos, pero que no logran encontrar la plenitud en ninguna batalla.

La Casta de los Metabarones

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Lothar y Tonto, los robots a través de los cuales se cuenta la historia de los metabarones.

Esta obra escrita por Alejandro Jodorowsky desarrolla la epopeya de los metabarones, guerreros que se van traspasando de generación en generación sus conocimientos y tradiciones, haciéndose cada vez más poderosos, pero a costa de su felicidad y sus cualidades humanas.

La automutilación, el reemplazo de partes del cuerpo por elementos robóticos y la obligatoriedad de matar al padre -o morir en el intento- para instituirse en el nuevo metabarón, son ritos que resumen en gran parte la cultura que condiciona la vida de estos súper seres.

La historia se revela a través de conversaciones entre dos robots, Lothar y Tonto, uno de los cuales sabe todo sobre la vida de los metabarones, y el otro que no la conoce e insiste en aprender hasta el último detalle.

Intrigas políticas que dan pie a guerras espaciales, y viajes intergalácticos de autodescubrimiento, abarcan gran parte del telón de fondo de las acciones que se desarrollan en el relato, siempre en función de cuestionamientos al poder y a lo que constituye la humanidad.

Todo desde un prisma que alterna violencia y reflexión, en ciclos que nunca se repiten por completo, para que cada nuevo personaje se distinga, pero sea indiscutiblemente un metabarón.

La pluma de Jodorowsky se luce tanto en el argumento como en los diálogos, con referencias humorísticas solo comprensibles en Chile (o Latinoamérica), y con máximas propias de la sabiduría universal milenaria, como por ejemplo:

“No vayas tan lento como para que te alcance la muerte, ni tan rápido como para alcanzarla tú a ella”.

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