Desigualdad, inequidad o brecha salarial son conceptos que han estado en la palestra los últimos años. Sí, es importante -y justo- que, por el mismo cargo e iguales funciones, hombres y mujeres obtengan igual remuneración, pero esa es una parte del problema, porque para llegar a ganar lo mismo primero hay que llegar al mismo lugar, tener iguales oportunidades y jugar en una cancha pareja.
Y es que para conseguir la plena integración de la mujer, es indispensable que las culturas corporativas y sociales sean capaces de adicionar y compatibilizar los conceptos de éxito, productividad, responsabilidad y compromiso con el de flexibilidad transversal, antes que solo pensar en la remuneración.
Según un documento de la ONU, de los 193 países que hay en todo el mundo, solo seis son 100% igualitarios de acuerdo a 35 indicadores. Estos son Bélgica, Dinamarca, Francia, Letonia, Luxemburgo y Suecia. O sea, en el 97% del orbe, las mujeres resultan menoscabadas en variados temas como pobreza, derechos de propiedad, herencias, matrimonio, movilidad, seguridad y, por supuesto, trabajo y remuneración. Entonces, ¿cómo logramos una mayor valoración de la mujer en el mundo laboral si en todo los “otros mundos” tampoco la hay?
Una encuesta realizada por Robert Half y Women In Management (WIM) a más de 400 profesionales concluyó que, al contrario de lo que se podría pensar, las mujeres tienen igual interés que los hombres de llegar a una alta gerencia al momento de entrar a trabajar a una nueva empresa. Por ende, no es un tema de aspiraciones ni ambición. Tampoco pasa por capacidades o eficiencia; de hecho, está comprobado que los equipos mixtos favorecen la productividad.
Quizás, la problemática está en la necesidad de que las empresas revisen a conciencia sus procesos y formatos de selección de personas, y descubran si en efecto están incluyendo liderazgos de carácter diverso o siguen limitándose a los tradicionales. Y, por supuesto, las principales movilizadores del cambio deben ser las propias mujeres, quienes no tienden a negociar ascensos por iniciativa propia, tal como lo hacen los hombres.
Para que las mujeres tengan cada vez más participación en el mundo laboral y logren su ambición de llegar a altos cargos y desarrollarse profesionalmente de manera complementaria, flexible y armónica con la vida familiar, es importante que sean proactivas respecto a las actitudes relacionadas con el ascenso. Por ejemplo, que asistan a reuniones donde se resuelvan materias relevantes para el negocio, aportando con opiniones que las hagan destacar -incluso en materias con las que pueden no estar directamente relacionadas- y, por supuesto, deben tener un mayor empuje a la hora de negociar. Asimismo, deben encontrar una potente red de apoyo para hacer carrera y planificarla, estudiar, perfeccionarse, y tener un mentor o mentora que ayude a abrir el camino y entregue el apoyo y la confianza necesarios.
Si cada una de las mujeres trabaja en promoverse, cultivar sus talentos y no dejarse apartar por “el 97% del mundo”, las políticas públicas, la empresas, los maridos, las parejas y los hijos tendrán que responder a esos desafíos.
Por Karina Pérez, directora de Robert Half en Chile.