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La derecha le teme a Usted

Leonardo Zúñiga - Editor
8 Min de Lectura
miedo

El destacado psicoanalista, sicólogo social y filósofo humanista judío-alemán, Erich Fromm escribió el año 1941 la que fue una de sus principales obras, cuyo título –“El miedo a la libertad” – invitaba a leerla.

El principal tema tratado por Fromm apunta a la situación del hombre en la sociedad industrial, y el autor desarrolla la idea de que el consumo desatado y la estandarización cultural provocan el cuestionamiento de la existencia de una completa libertad. La expresión política de la ultraderecha y del fascismo que amenaza siempre a la democracia, así como el andamiaje sociocultural imperante, tienden a estandarizar a los individuos, lo que es una forma colectiva de evadir la libertad.

En este plano, la cultura constituye un peligro para las cofradías del poder. La gente conoce, se informa, analiza, reflexiona y critica. Exige cultura, estudios, educación formal… y ahí se encuentra el corazón del problema para los dueños de todo. Ellos trinan por el inmovilismo social y en sus intimidades sienten terror ante la posibilidad de que la frase escrita por Voltaire pueda concretarse: “Si los pobres empiezan a razonar, todo está perdido”.

Un ejemplo fue conocido recientemente. Rodrigo Danús creador del programa de farándula SQP (“Sálvese quien pueda”) manifestó en una entrevista publicada por el diario El Mercurio: “no creo que la gente necesite cultura”…

Recordemos que Danús es un empresario que sirvió a la dictadura ocupando el cargo de Seremi de Hacienda. También fungió de ‘asesor’ de Cecilia Bolocco, quien terminó abruptamente su relación comercial con Danús el año 2011 tildándolo de “demonio”. Un verdadero ‘rudo’ sin fronteras ni remilgos. “No sé si (la cultura) es bien para la sociedad. Ver cultura (en TV) no es bueno ni malo”, acotó este empresario que ha sido el “padre de la farándula” en la televisión chilena.

Por los intersticios de la prensa en manos del establishment, van filtrándose comentarios patronales sobre este tema. Ellos se adhieren a la estructura de una educación comercial que también pertenece a los privilegiados económicos, cuyos representantes en los escenarios donde se “cuecen” las leyes y se amaña el gobierno llevan una vida entera intentando coartarle a la mayoría de los educandos en el país su derecho a la educación y a beneficiar de la cultura en todos sus aspectos y ámbitos.

Lo que se traduce en las posturas decimonónicas de muchos dirigentes políticos y “expertos” en materias gubernativas una vez llegado el momento de diseñar planes y programas para la educación pública, para el estado docente.

Conocemos sus pensamientos traducidos en un No a la Historia; No a la Filosofía; No a la Educación Cívica; No a la Sociología; No a la Psicología Social; No a la Literatura; No a la Educación Musical; No al Teatro….etc., etc., etc. Vale decir, NO a la cultura… NO a la libertad (de pensamiento, de expresión, de información… de decisión).

Ahí está el miedo a la libertad de los detentores del poder. El terror lo sufren desde tiempos inmemoriales, cuando a los esclavos les prohibían aprender a leer, cuando terratenientes y comerciantes enriquecidos se oponían a que los hijos de campesinos y de obreros contasen con escuelas… Hoy se oponen a que haya asignaturas como las mencionadas líneas atrás, porque tales materias enseñan, informan, educan, moldean mentes críticas y reflexivas… esculpen personas que razonan, y como dijo Voltaire (repito) “si los pobres empiezan a razonar, todo está perdido”.

Los poderosos le temen de verdad a la libertad. Le tienen terror. Ese pánico no es otra cosa que miedo a la libertad… pero a la libertad del prójimo, del vecino, del empleado, del dependiente, de la sociedad civil… miedo a SU libertad, querido amigo lector.

Seamos dolorosamente asertivos, ¿le parece? No hay gran diferencia de fondo entre lo que pasa hoy con lo que ocurría en Chile hace un siglo. Ayer, el poder luchaba por evitar que los hijos de los pobres fuesen a la escuela, que obtuviesen formación profesional, porque se corría el grave peligro que uno de esos pobres llegase a dirigir el país. Hoy el temor de los poderosos sigue siendo el mismo, pero su respuesta, aunque igualmente brutal, es de mayor refinamiento.

Fromm habló de la estandarización de los individuos y me parece que acertó, pues los dueños del poder –hoy, en el siglo XXI– también segregan clasistamente a las personas a través de la educación y del acceso a la cultura. Así, los educandos que luchan con denuedo por prosperar teniendo como oportunidad escasa –y a veces única– la modesta posibilidad que les otorga una educación pública desnaturalizada, y que son mayoría en el país, deben contentarse con las escuálidas estructuras tecnológicas y físicas que el sistema llamado “estado docente” dispone para ellos. En materia de educación, definitivamente no hay igualdad de oportunidades.

Y ya que el avance de los tiempos de alguna manera influye y obliga a los Estados a contar con educación para todos, los dueños de la sociedad y del país cumplen con esa exigencia, –menos que a medias–, pero la transforman en bolicheo, negociado y comercio… y quedan satisfechos pues son conscientes de estar negándole a las mayorías de los educandos un acceso efectivo a la cultura, a la formación humana, a la formación ciudadana… a la libertad.

Durante décadas, quienes administran el país se han esmerado en lograr que el pueblo internalice una falacia: la farándula y el show son ‘cultura’. Con ese predicamento que pone atajo a la educación, a la información, al acceso al conocimiento y al arte, más el individualismo y el consumo desatado, los dueños del circo han convencido a millones de chilenos que viven en un país pleno de democracia y de… libertad.

Mas, ¡cuidado!, no siempre el miedo a la libertad es sólo de los patrones. A veces el mismo robotizado ciudadano se opone a ella, acostumbrado ya a sus cadenas, consciente de su propio temor. Como lo expuso Sigmund Freud: “la mayoría de la gente no quiere libertad, porque la libertad implica responsabilidad, y la mayoría de la gente tiene miedo a la responsabilidad”.

Si lo anterior se replica en esa mentada mayoría, significa que el mundo patronal, la cofradía de los poderosos, tiene ganada la partida. Solamente el acceso a la cultura y a la educación permitirá a las mayorías zafarse de esos miedos, de las cadenas y de la robotización. Pero, para ello, hay que luchar: no es gratis.

Escribe Arturo Alejandro Muñoz

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