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Cómo el gobierno de Piñera convirtió la pandemia en genocidio

Mario Cuche
5 Min de Lectura
Muertos coronavirus

En un futuro no muy lejano, especialistas y legos por igual mirarán con asombro el “manejo” de la pandemia de coronavirus por parte del gobierno de Piñera. Todo lo ha hecho mal y tarde, al mismo tiempo.

Porque no ha bastado con las cuarentenas ridículas de un plan que no se respeta por lo poco serio que es; a eso hay que sumar que medidas como cerrar las fronteras se tomen con meses, quizás un año entero de atraso.

Durante las últimas semanas los récords de contagios y personas muertas se rompen diariamente. “Estamos en el peor momento de la pandemia” se está consolidando como la frase típica de nuestras autoridades. Pero ¿se puede estar constantemente en el peor momento? ¿se puede seguir empeorando todavía antes de empezar a mejorar?

Impresiona cómo se pasó de “estamos mucho mejor preparados” (Piñera en marzo de 2020) a “nadie podía prever la situación actual” (Bellolio hace pocos días). Porque pasar de ese estado de confianza inicial al de incertidumbre actual no fue un accidente, sino el resultado de decisiones negligentes como mínimo, si no es que derechamente perversas.

Detengámonos un momento en esa confianza inicial: ¿Por qué el Presidente se arriesgaría a decir una cosas así? ¿Fue una cosa que dijo al aire, sin pensar? ¿La frase de un tonto? No. Fue la frase de una persona que entiende de números y de proyecciones, y que sabe que si cuenta con toda la información posible -a veces hasta privilegiada- puede tomar decisiones precisas para sus fines.

El Gobierno tenía toda la información disponible, porque lo que empezó a pasar en Chile hace más de un año ya había pasado en muchos otros países. Por algo un sinnúmero de médicos, desde la presidenta del Colegio Médico hacia abajo, han venido solicitando hace mucho medidas sanitarias reales, con confinamientos efectivos y cierres de fronteras incluidos.

Todo lo que se ha hecho mal comunica algo: que la pandemia podría no ser tan terrible, por eso las medidas son tan poco serias. A eso se suma que la “comunicación de riesgo” ha sido prácticamente nula por parte de las autoridades. Todos los días el ministro Paris tiene la oportunidad de dirigirse al país en cadena nacional, y lo único que hace es dar cuenta de cifras, junto con justificar y hasta alabar cada acción del Presidente, para terminar acusando a la población de ser la mayor responsable del aumento de los contagios.

Este gobierno no ha sido capaz de aplicar a su “estrategia comunicacional” la antigua noción de que “una muerte es una tragedia, mil es una estadística”. En esta época, y hablando estrictamente en términos comunicacionales, esa idea debería estar en el centro.

Porque el constante registro en cifras de las personas contagiadas y muertas es demasiado frío, y si además va de la mano con medidas que pretenden cuidar más a la economía que a la salud, simplemente se desestima.

¿Qué pasaría si en esa cadena nacional que hace el ministro todos los días, además de las cifras, se mostrara a familiares de personas muertas? ¿Si se le diera el espacio al testimonio de quienes han sufrido lo peor de esta pandemia? ¿Si pudiéramos conocer, diariamente, las historias de cómo, sin querer, una madre que fue a una fiesta contagió a su hijo que terminó muriendo, o la de un tipo que fue a jugar a la pelota con gente que no conocía y por eso contagió a su abuela, que también terminó muriendo?

Es difícil conmover a las personas. Pero es más fácil que lo logren otras personas antes que meras cifras.

Mario Cuche

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